jueves, 12 de febrero de 2009

El hambre de gloria

El niño Diego Armando no le quitaba los ojos al balón, a pesar de verse rodeado por decenas de periodistas que pugnaban por arrancarle unas palabras al nuevo crack. Pero él la tenía clara. Se había dado un tiempo en el entrenamiento para responder a las preguntas; a su lado, el balón descansaba manso sobre el césped.
- Diego, ¿cuál es tu sueño?
La mirada clavada en la cámara, la sonrisa pícara de un pibe de 10 años, la habilidad de un ídolo consumado.
- Mi sueño es jugar un mundial, y salir campeón.

Maradona quería la gloria y desde pequeño la anhelaba. Su respuesta podría haber resultado un tanto cándida para un pobre chiquillo del barrio de Villa Fiorito pero no, todos se equivocaban. Lo que realmente sucedía era que el niño Diego Armando sentía esa necesidad de victoria, el imperativo categórico de salir a la cancha y ganar. Quería ser un grande y para ello no le bastaba esa habilidad mágica que había adquirido de nacimiento, sino que sabía, en su inconsciente, que para triunfar había que querer hacerlo. Y eso fue lo que hizo.

Aquel recuerdo de más de 30 años me vino a la mente después de ‘digerir’ en frío la penosa participación del Perú en el último Sudamericano Sub-20 que se realizó en Venezuela. Perú, una vez más, fue eliminado y ésta vez sí con más pena que gloria. Basta ya de falsas esperanzas, de decir que se tenía buen equipo cuando todos sabemos que se juega con ‘hombres’ y no con ‘nombres’, de sacar el pecho arguyendo que los recordados ‘jotitas’ fueron parte de un proceso, cuando en realidad se trató de una rareza que ocurre cada 30 ó 40 años. En el Perú el fútbol de menores simplemente no existe.


El fracaso se podría explicar desde distintos puntos de vista, aquí se muestra sólo uno de ellos, el que refleja mi humilde opinión. Y es que para poder conseguir grandes resultados en lo deportivo, el futbolista debe estar convencido de que puede lograrlo y más que ello, debe querer lograrlo, he ahí la gran interrogante… ¿de verdad quieren lograrlo? Parece ser que en la mente de los nuevos talentosos que aparecen en nuestro alicaído balompié solo se dibujan dos pensamientos: salir al extranjero y ganar, pero ganar dinero. Sí, dinero para ir como loco a comprarse el último carro del año o una casita playera en San Bartolo, cómo no.


Un gran ejemplo de ello lo refleja el mediatizado ex ‘jotita’ Reimond Manco. Pues bien, sí, ‘Rei’ mancó. No se cuándo fue que se compró su BWM y se mandó a mudar de la lejana Lurín hasta tierras más ‘prósperas’. Pero no lo culpo, todo es parte del debido ‘proceso’ de convertirse en un crack de talla mundial. Sin embargo, en medio de toda esta metamorfosis me llamó poderosamente la atención su actitud de divo inocentón que pretendía hacerse pasar por lo que no es. Manco no pensaba en ganar con la selección, él vino a mostrarse y conseguir que los emisarios enviados por el PSV desde Holanda lo vieran y lo recomendarán a su DT, para así conseguir más oportunidades en su equipo del cual había quedado relegado a la banca de suplentes. El chico tiene su mente en otro lado y nosotros, los que sí queremos que la selección gane, lo sufrimos.

El niño Diego Armando era feliz jugando al fútbol. Pero el no veía al balón como una simple oportunidad de crecer, conseguir algunos dólares y comprarse una casa o un auto. No digo que este mal, simplemente se debe entender que ‘eso’ no es el fin que un deportista calificado debe perseguir, anhelar.
Parece ser que el hambre de gloria se ha terminado en nuestro país. Ya nadie piensa en ganar porque quiere ganar, lo único que interesa es el premio y las ceros que vienen a continuación.

La falta de mentalidad ganadora merma en nuestro inconsciente y nos arrastra hacia un abismo oscuro e incierto. Eso es lo que diferencia a un buen jugador (Manco) de un verdadero crack (Maradona), aún sabiendo que ambos son habilidosos y que tienen el talento como un don. Nunca como antes, la ‘cabeza’ se convirtió en factor determinante en un deporte dominado por las patadas y los regateos empedernidos. Roguemos porque en el Perú se la use más.