viernes, 24 de octubre de 2008

El nuevo AS del póquer

FIGURA. Cuando la suerte y la habilidad se combinan se logran resultados sorprendentes. Así le ocurrió a Miguel Quintana, quien aprendió a jugar al póquer en noviembre del 2007. Este año, nueve meses después de su primer contacto con las cartas, acaba de ganar más de 4000 soles en un torneo oficial de un casino de la avenida La Marina.


“¡Claro que sí! El póquer es un deporte. Necesitas estrategia, orden y serenidad, al igual que cuando juegas un partido de fútbol”, comenta el tío Willy, veterano jugador de póquer que pasa sus noches (y también días) deambulando por la infinidad de casinos que se aglomeran en la avenida La Marina. Sin embargo, su visión no es compartida por cierto sector de limeños que ven en el póquer un juego manipulador y propenso al vicio. El póquer tiene sus pro y contras.

Miguel Quintana lo sabe muy bien. Este estudiante de Economía de la Universidad Agraria ha hecho lo que muy pocos han conseguido: salir victorioso en un torneo oficial con menos de un año jugando al póquer. “Yo empecé a jugar en noviembre del año pasado casi por casualidad. Un domingo iba a ir al Campo de Marte a jugar fútbol pero no encontré a nadie. Entonces el único amigo que sí había venido me preguntó si quería ir a su casa a jugar una partida de póquer con sus amigos.
- Y, ¿fuiste?
- Sí, pero como era con apuestas de verdad me fui a sencillear cinco soles.
- ¿Cómo te fue ese día?
- Mal, como era la primera vez que jugaba me ganaban en las manos rápido.

A partir de allí todo cambió. Desde ese día se hizo costumbre jugar todas las noches interminables partidas de póquer con Mario –que estudiaba en la Villareal- y los otros chicos. Como a veces no se podía jugar donde él, Miguel ‘ponía’ la casa. Aunque no era el único lugar donde se reunían. “También nos íbamos a un chifa cercano a jugar. Pedíamos nuestra media docena de wantan frito y la ‘armábamos’ en una mesa del fondo. Cómo era circular se prestaba para el vicio. Eran torneos de cinco soles”. Así transcurrían los meses y la afición de Miguel se acrecentaba. Todo iba muy bien hasta que su mamá se enteró y puso sus condiciones: “Ustedes juegan acá pero algo tiene que quedar para la casa. Aunque sea por daños y perjuicios”.

Aunque resulte extraño, la madre apoyaba al hijo. Siempre y cuando, claro está, fuera acompañado a las partidas y no descuidara los estudios. De los inicios de Miguel en el póquer ella recuerda que siempre esperaba a que se durmiera para hacer entrar a sus amigos. “Un día el vicio llegó a tanto que, estando dormida en mi cuarto, me encerró tapando la puerta con un colchón para que no escuchara nada. Pero sí los oía, ya que ponían música de fondo”.
- ¿Qué pasó cuando quisiste salir?
- Cuando me levanté me tropecé con un balde en el suelo. ¡Era mi bacinica por si me daba ganas de ir al baño! Como no podía salir creía que estaba encerrada, en un sueño.
Miguel se dio cuenta y paró la partida preocupado. “¿Quién ha empujado el colchón? ¿Tú has sido?”, les preguntaba a sus amigos hasta que tuvo que dar por terminada aquella sesión nocturna de póquer en su sala.

Los arvejas es el término despectivo que reciben los encargados de la seguridad en la Universidad Agraria. Ellos se convirtieron en el peor enemigo de Miguel y sus amigos a la hora de jugar póquer dentro del campus. “Hasta el encargado de las fotocopias jugaba con nosotros. El Federado ya no era un lugar de estudio sino para jugar. Se había hecho la perdición”. Un día fueron descubiertos en plena partida y tuvieron que salir corriendo para no perder su dinero. Al parecer, los arvejas los venían siguiendo hacía varias semanas. “A los que jugábamos póquer ya nos tenían fichados”.





Miguel posa su mirada sobre la pantalla de su laptop. En el escritorio del aparato se pueden observar varios iconos de programas de póquer online, entre los cuales se refugia y pierde la noción del tiempo. Las más conocidas son Partypoker, PokerStars, Fulltiltpoker y Everestpoker. Reconozco únicamente la de pokerstars, página que promocionan en el canal ESPN cada vez que transmiten la Serie Mundial de Póquer por la televisión. Miguel me cuenta que tiene varias cuentas de usuario y juega simultáneamente en todas ellas. “Pero tienen que ser desde una cabina ya que pueden descubrir que estás haciendo trampa por la dirección IP de tu computadora”. Le pregunto si alguna vez ha metido dinero real para jugar en Internet y me responde meneando la cabeza. “Acá te prestan $50 de base aprobando un quiz de veinte preguntas sobre póquer. Con ello puedes aumentar tus ganancias jugando en otras partidas y después la página te cobra el préstamo”, explica.

En agosto de este año y con tan sólo nueve meses jugando al póquer, Miguel Quintana ganó un torneo principal en el Casino Miami de la avenida La Marina: 4200 soles. Ese día fue inolvidable. “Llegué a mi casa a las 2 pm. Como me había amanecido estudiando la noche anterior me eché a dormir. Cuando me levanté eran las 6:30 pm y vi a mi hermano viendo una partida de póquer en ESPN. Entonces se me prendió el foco y me dije ¿por qué no voy a jugar?”.
- ¿Con cuanta plata entraste a jugar?
- Con 20 soles, a un torneo satélite
- ¿Qué es un torneo satélite?
- Son torneos previos al principal en los cuales puedes entrar con 20 soles. Los cuatro primeros de cada mesa satélite clasifican al torneo principal, que empieza a las 10 pm.

El casino Miami está ubicado en la cuadra diecisiete de la concurrida avenida La Marina, frente al MacDonals. Como todos los demás casinos, está abierto todo las 24 horas al día pero Miguel sólo aparece cuando el sol se ha ocultado. “Las mesas de póquer empiezan en la noche, cerca de las siete. Y como de mi casa estoy cerca no hay problema”, señala. El día de la consagración, Miguel tuvo que ir acompañado de su hermano Fernando debido a una petición explícita de su mamá. “Tiene veinte años y me hacen acompañarlo”, se lamenta Fernando, “pero desde ese día ya no me quejo. No vaya a ser que vuelva a ganar y me pierdo mi ‘comisión’”.

La casa del nuevo as del póquer queda en Jesús María, un distrito de clase media limeño en el que ha pasado toda su vida. De la avenida Garzón (que es donde vive) no está a más de veinte minutos del Miami. Él siempre reserva sus dos soles para el pasaje, nunca le cobran un sol veinte.
- ¿Llegaste tarde el día que ganaste el torneo?
- Casi, mi hermano que siempre se demora en el baño arreglándose. Como mi ‘vieja’ me había dicho que vaya con él lo tenía que esperar.
- Pero ya sabías el tiempo que demora el micro
- Sí, unos veinte o veinticinco minutos.

Miguel clasificó al torneo principal, al haber quedado entre los cuatro primeros de su mesa satélite. Estaba muy emocionado pero sereno, ya que había ido con sus hermanos y amigos. “Yo lo veía bien”, dice Fernando, “ya era un gran logro estar en el torneo principal. El objetivo era cobrar”. Efectivamente, en el torneo principal había aproximadamente 60 personas. Sólo los últimos 10 de la mesa final recibían dinero en efectivo.

Cerca de las 4 de la madrugada, Miguel se hacía con el triunfo derrotando en una mano final al chino Watanabe, conocido del casino Miami. Él mismo reconoció su derrota: "Sí, juega bien, aunque diga que ganó de suerte”. Miguel recibió un premio de poco más de 4000 soles de los que tuvo que repartir entre sus amigos (para el taxi), su hermano y su mamá. Caso aparte resultaron los mismos trabajadores del casino que se le abalanzaron como pirañas en busca de su ‘tajada’.




Es jueves, uno de los días en que se celebran torneos de póquer en el Casino Miami frente al Mc Donals de La Marina (además de martes y sábados) y acompaño a Miguel a jugar. Hemos ido temprano para entrar a una mesa satélite. Compra su boleto y pide una mesa de no fumadores. La señorita encargada de los tickets lo reconoce y le desea suerte. Miguel responde con una sonrisa y se sienta en su mesa. Le ha tocado el número cinco, contando desde la izquierda del dealer, aquel sujeto que reparte las cartas en cada mano de póquer.
- Acá hay muchos que trabajan a la boquilla.
- ¿Tú también?
Miguel medita un rato, como recordando algún pasaje de sus noches en los casinos y responde:
- No, yo juego callado. No quiero ganarme un puñetazo o que alguien me agarre saliendo del casino.

El chino Watanabe se acerca a Miguel y lo saluda con un golpecito en la espalda. No son amigos, pero ya se reconocen mutuamente. Uno ya ha vencido al otro y la herida del chino aún no ha cicatrizado. Le pregunto a Watanabe cuanto tiempo le tomó ganar su primer torneo de póquer. Me deja perplejo con su respuesta:
- No recuerdo exactamente, pero no pasó del año y medio.
Al parecer, hasta en eso Miguel Quintana lo ha superado.

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