Acabo de llegar del estadio y me duele la garganta. Es una sensación extraña. La mayoría de las veces regreso así, con la misma molestia pero no me importa, porque sabía que había estado gritando los goles de mi equipo y disfrutando de su victoria de turno. Este año las cosas, lamentablemente, han cambiado.
He tomado una Apronax, esas que publicita el 'Chemo' Del Solar para ver si me baja la inflamación, para ver si merma el dolor, pero creo que será inútil. Porque este malestar que siento ahora se mimetiza irónicamente con lo mal que me siento por dentro, por la pena que me da ver al equipo de mis amores, Alianza Lima, en tan paupérrima situación y sin ningun augurio de mejora a la vista.
Como todas las veces que el equipo estuvo en una mala campaña, miles de hinchas se dieron cita hoy en el Alejandro Villanueva esperando una victoria del equipo de Páez, esperanzados en que en este Clausura nos 'lavemos' la cara y demostremos la estirpe que baña los colores del Alianza. Nada de eso ocurrió. El 1-2 que nos encajó Bolognesi puede no ser abultado, pero lo que fastidia es que se vió a un cuaro sin ideas, a jugadores 'amarrabolas', faltos de reacción, flojos en las marcas, en el juego aeréo, los dos laterales eran una puerta abierta para los carrileros del cuadro tacneño.
¡Qué pena me das Alianza! ¿Qué te pasó? ¿Dondé quedó esa mística que te caracterizaba? Mientras cientos de hinchas en Occidente increpaban a los dirigentes que ocupaban los palcos a la salida del partido, en mi cabeza solo resonaba el eco del Comando Svr "La hinchada está presente, ¿el equipo dónde está?"
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