Actualmente, vivimos en una época en la que nuestra noción de esfera pública se está reconstruyendo. En el Perú ha habido casos muy tangibles en que, lamentablemente, las voces fueron silenciadas, la libertad fue reprimida y el derecho a opinar fue desterrado a un lejano lugar llamado olvido. Y lo más preocupante y a la vez para tomar en cuenta es que estos hechos que resquebrajaron el cristal de la esfera pública nacional ocurrieron no hace mucho, estoy hablando básicamente de hace no más de 40 años. Estos acontecimientos han quedado perennes en la memoria de muchos, de una y otra generación que vivió en carne propia el terror y la opresión de los que se hacían llamar fuertes.
El primer hecho clave para entender el engranaje de las variables violencia y autoritarismo en nuestro país surge con la llegada al poder del general Juan Velasco Alvarado en 1968 y la revolución de las fuerzas armadas. Velasco se encargo de expropiar los principales medios de comunicación y prensa escrita como El Comercio que paso de manos de los Miró Quesada al sector del campesinado, el Correo para los profesionales, Ojo para los trabajadores, el diario La Prensa para profesores así como también se deportó de manera arbitraria a periodistas como Manuel D’Ornellas y a Roca Rey. Este atropello significó la pérdida de una esfera pública de ciudadanos y prensa, ya que al ser asignados los medios arbitrariamente por el dictador, solo favorecieron sus propios intereses olvidando la opinión y participación ciudadana.
En la década de los 80’, se gesta en el Perú quizá uno de los Némesis más grandes con el que tiene, parece que hasta hoy, que cargar y enfrentar. La aparición de grupos como Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) significaron la ‘reaparición’ de estos conjuntos en la escena pública local. Y digo reaparecer porque siempre estuvieron presentes, pero en una calidad de invisibles. Al quedarse siempre relegados, marginados, quizá fuera del alcance de las clases más pudientes y las clases medias, estos sectores de la sociedad tuvieron que refugiarse en la selva, en los lugares más remotos y ahí empezar a construir su propia esfera publica. ¿Cuál era ésta? Los pueblos de Ayacucho, de Huancavelica y de toda la Sierra que atacaban sin piedad ya que estos pueblos tampoco contaban con la atención requerido para hacerse ‘visibles’ en la esfera publica, una esfera que en esos años era marcadamente centralista. Sendero y el MRTA pudieron tener llegada en las comunidades alejadas debido a este desgobierno que se vivía en la zona, esa falta de atención. Allí ellos eran los fuertes, su voz era poderosa y digna de confianza. Su credo tuvo acogida, acogieron muchos seguidores. Ellos tuvieron que violentar las reglas para hacerse ‘notar’. Los famosos ‘coches bomba’, las antenas y los cortes de energía, secuestros al paso, etc fueron ingredientes que los enaltecían como figuran en la esfera publica, como si gracias a esas acciones tuvieran ya ganada una participación en el ámbito social. Falso.
Lo que sucede al violentar y transgredir las normas y la paz, es todo lo contrario a lo que se espera. No se va a lograr la ansiada visibilidad sino al contrario. Con ello nunca habrá una esfera pública. Porque lo que se hace al cometer un acto terrorista es negarse asimismo la posibilidad de dialogo, de concertación. Uno esta limitándose a la acción sin esperar ser oído o intentar escuchar al otro. Eso fue lo que paso finalmente con Sendero y el MRTA, renuentes al dialogo y que terminaron mal, con su líder en prisión con cadena perpetua y muchos de sus miembros enfrentando condenas de larga duración.
Por último y acaso el más emblemático atropello no solo contra la posibilidad de concertación en una esfera publica nacional sino que además de la misma libertad de expresión es sí, fue la mafia organizada por el ex presidente Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos, quienes a lo largo del gobierno del primero orquestaron toda una red de acuerdos o sobornos con los principales medios de información a fin de que apoyasen el régimen oficialista y atacasen a cualquier opositor que les saliera al frente.
Lo de la década del 90’ es llamativo porque, si Velasco atentó contra la prensa en el Perú, Fujimori la prostituyó. La prostituyó en el sentido de que se recibieron suculentas coimas a cambio de favores escandalosos y reprochables que hacían nulo el espacio para el diálogo y la concertación, propios de una esfera pública nacional. Si algún opositor, llámese Andrade, Paniagua u otro criticaba al Gobierno, inmediatamente la prensa ‘caía’ sobre ellos acusándolos de escándalos familiares, cuentas pendientes, etc. El libre intercambio de ideas quedó fuera de vía en la época de los sobornos y mafias organizadas por Fujimori y su cerebro, Montesinos.
El primer hecho clave para entender el engranaje de las variables violencia y autoritarismo en nuestro país surge con la llegada al poder del general Juan Velasco Alvarado en 1968 y la revolución de las fuerzas armadas. Velasco se encargo de expropiar los principales medios de comunicación y prensa escrita como El Comercio que paso de manos de los Miró Quesada al sector del campesinado, el Correo para los profesionales, Ojo para los trabajadores, el diario La Prensa para profesores así como también se deportó de manera arbitraria a periodistas como Manuel D’Ornellas y a Roca Rey. Este atropello significó la pérdida de una esfera pública de ciudadanos y prensa, ya que al ser asignados los medios arbitrariamente por el dictador, solo favorecieron sus propios intereses olvidando la opinión y participación ciudadana.
En la década de los 80’, se gesta en el Perú quizá uno de los Némesis más grandes con el que tiene, parece que hasta hoy, que cargar y enfrentar. La aparición de grupos como Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) significaron la ‘reaparición’ de estos conjuntos en la escena pública local. Y digo reaparecer porque siempre estuvieron presentes, pero en una calidad de invisibles. Al quedarse siempre relegados, marginados, quizá fuera del alcance de las clases más pudientes y las clases medias, estos sectores de la sociedad tuvieron que refugiarse en la selva, en los lugares más remotos y ahí empezar a construir su propia esfera publica. ¿Cuál era ésta? Los pueblos de Ayacucho, de Huancavelica y de toda la Sierra que atacaban sin piedad ya que estos pueblos tampoco contaban con la atención requerido para hacerse ‘visibles’ en la esfera publica, una esfera que en esos años era marcadamente centralista. Sendero y el MRTA pudieron tener llegada en las comunidades alejadas debido a este desgobierno que se vivía en la zona, esa falta de atención. Allí ellos eran los fuertes, su voz era poderosa y digna de confianza. Su credo tuvo acogida, acogieron muchos seguidores. Ellos tuvieron que violentar las reglas para hacerse ‘notar’. Los famosos ‘coches bomba’, las antenas y los cortes de energía, secuestros al paso, etc fueron ingredientes que los enaltecían como figuran en la esfera publica, como si gracias a esas acciones tuvieran ya ganada una participación en el ámbito social. Falso.
Lo que sucede al violentar y transgredir las normas y la paz, es todo lo contrario a lo que se espera. No se va a lograr la ansiada visibilidad sino al contrario. Con ello nunca habrá una esfera pública. Porque lo que se hace al cometer un acto terrorista es negarse asimismo la posibilidad de dialogo, de concertación. Uno esta limitándose a la acción sin esperar ser oído o intentar escuchar al otro. Eso fue lo que paso finalmente con Sendero y el MRTA, renuentes al dialogo y que terminaron mal, con su líder en prisión con cadena perpetua y muchos de sus miembros enfrentando condenas de larga duración.
Por último y acaso el más emblemático atropello no solo contra la posibilidad de concertación en una esfera publica nacional sino que además de la misma libertad de expresión es sí, fue la mafia organizada por el ex presidente Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos, quienes a lo largo del gobierno del primero orquestaron toda una red de acuerdos o sobornos con los principales medios de información a fin de que apoyasen el régimen oficialista y atacasen a cualquier opositor que les saliera al frente.
Lo de la década del 90’ es llamativo porque, si Velasco atentó contra la prensa en el Perú, Fujimori la prostituyó. La prostituyó en el sentido de que se recibieron suculentas coimas a cambio de favores escandalosos y reprochables que hacían nulo el espacio para el diálogo y la concertación, propios de una esfera pública nacional. Si algún opositor, llámese Andrade, Paniagua u otro criticaba al Gobierno, inmediatamente la prensa ‘caía’ sobre ellos acusándolos de escándalos familiares, cuentas pendientes, etc. El libre intercambio de ideas quedó fuera de vía en la época de los sobornos y mafias organizadas por Fujimori y su cerebro, Montesinos.
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